Le carnet de voyage de la traduction de La République du Catch, une BD de Nicolas de Crécy traduite en espagnol par Sergio España —lauréat de la résidence de traduction 2015 octroyée par Écla Aquitaine— pour la maison d'édition Ponent Mon.

Le carnet de voyage de la traduction de La République du Catch, une BD de Nicolas de Crécy traduite en espagnol par Sergio España —lauréat de la résidence de traduction 2015 octroyée par Écla Aquitaine— pour la maison d'édition Ponent Mon.

Diario de la traducción de La République du Catch, un cómic de Nicolas de Crécy traducido por Sergio España para la editorial Ponent Mon, con el apoyo de la agencia regional del libro de la región de Burdeos.

Diario de la traducción de La République du Catch, un cómic de Nicolas de Crécy traducido por Sergio España para la editorial Ponent Mon, con el apoyo de la agencia regional del libro de la región de Burdeos.

Pkljasdfkjafd (de onomatopeyas en su tinta)


¿Alguien sabe a qué se refiere la onomatopeya que le da título a esta entrada? ¿Un coche estrellándose contra una pared? ¿Una señora resbalando en la ducha? ¿Un adolescente vomitando de madrugada? Quién sabe, todo depende de la viñeta y de la página donde se inserte.

Obviando la definición del DRAE o de la Wikipedia, lo cierto es que, como dice Bénédicte de Buron-Brun, «la onomatopeya designa el proceso de creación de una palabra que imita o pretende imitar fonéticamente un ruido». Se trata, por tanto, de la lexicalización de un sonido: «bang», «tic-tac» o «zzz» son algunas de las onomatopeyas clásicas.

Esto que parece tan sencillo no deja de tener su aquel, ya que estamos hablando de una manera de ilustrar un discurso visual que, sin ser sonoro, pues es lenguaje escrito, aspira a ser sonoro. Podemos pensar que el/la dibujante quiere que lo leamos... o no, quizá solo quiera que lo escuchemos. Como dice Selja Seppälä, «las onomatopeyas en el cómic son sonidos (mudos) petrificados que nos crean la ilusión de ser sonoros».


Ajá. Dejemos la traductología y vayamos a la praxis. Si estoy escribiendo esta entrada es porque traducir onomatopeyas es una de las cosas más divertidas del mundo. Y necesitaba decírselo al mundo. 

¡¡¡Iyo, ven acá pa ca...!!!


Hace un par de semanas asistí a una conferencia sobre traducción de cómics impartida por André Höchemer en el V congreso de la SELM. Al acabar la apasionante charla sobre este nuestro mundillo, la primera pregunta que hizo alguien del público fue sobre el uso de diccionarios de onomatopeyas. Yo me quedé a cuadros. ¿Diccionarios? Claro que existen: diccionarios, glosarios, recopilaciones... pero no sirven, tal y como contestó André. Más allá de los grandes clásicos, en general y sobre todo en el cómic moderno las onomatopeyas salen de las pajas mentales de los/as autores/as. Y de los/as traductores/as.

Casi siempre traduzco junto a Paco. Si a menudo discutimos sobre términos, giros, matices, etc., con las onomatopeyas no falla, nunca estamos de acuerdo. Nos podemos pasar horas con un «plfff», «humms» o «srrrk» (lo siento, no sé dibujar, os dejo interpretar). A menudo lo dejamos para el final de la jornada y tomamos la decisión junto a la botella de aguardiente Alosno que está al lado de los diccionarios. Las onomatopeyas sacan el animal creativo que lleva uno dentro. Vivan las onomatopeyas. ¿Se pueden uniformizar? No se debe. La imagen grita y tú te adaptas a ella.

Existen básicamente dos tipos de onomatopeyas: las que van dentro de un bocadillo y las que van insertas en la imagen. Las del bocadillo, las que son texto, son pan comido, es cuestión de inventar. Las que van insertas en la imagen, las que son en sí mismo un dibujo, son harina de otro costal. 


Hay muchas que no se pueden tocar, son parte del dibujo, son pues intraducibles. Otras veces vale con introducir un signo de apertura. En otros casos, puede empezar una negociación con el/la maquetador/a o el/la editor/a. Tú das opciones, marcas preferencias, priorizas lo importante y lo superfluo, y al final ellos mandan. Posibilidades técnicas para modificar imágenes, no faltan. Es cuestión de horas de trabajo, de dinero. Las risas, por ejemplo, ¿conviene traducirlas?


En la bande dessinée o el cómic norteamericano no se traducen gran parte de las onomatopeyas insertas en la imagen, el público está habituado y sabe que un «paw» mata igual que un «bang». Hay quienes dicen que no es cuestión de cambiar el dibujo por cambiarlo, y puede que tengan razón. En la mesa redonda sobre traducción de cómics que organizó Aptic en el Ficomic de 2014 se habló de esto, lo podéis escuchar aquí. Otra cosa es el manga, ahí sí que se da un proceso de edición severo que modifica sustancialmente la obra, incluyendo las onomatopeyas, pero eso ya no me toca contarlo a mí.





Acabaré la entrada con esta pertinente cita de Ascension Sierra Soriano, que no traduzco porque ya es hora de irse a dormir: «Nous pouvons prétendre, sans exagérer il nous semble, que traduire une BD consiste surtout à traduire des interjections ou, tout au moins, que la traduction des interjections constitue un énorme travail et une partie significative dans le processus de traduction d’une BD».

Hasta la siguiente entrada.

PD1: Toda la teoría y algunas de las imágenes están recopiladas por Paco Rodríguez, otras son de mis archivos y aparecen con la autorización de Ponent Mon: Gavrilo Princip (Rehr) | La república del catch (de Crécy) | Ramiro (Vance/Stoquart) | Kabul disco 1 (Wild) |
Piratas (Bonifay/Terpant) | Bruce J. Hawker (Vance).

PD2: No puedo acabar sin este chiste:
Papá, ¿cómo se escribe campana?
Como suena.
—¿Entonces, qué escribo...? ¿«Talán talán»?

PD3: Y ya en la frontera, están estas:


2 commentaires:

  1. uy... me has hecho acordarme de los pitufos y buscando he llegao a esa imagen, curiosa:

    http://i204.photobucket.com/albums/bb137/thewatcher_bucket/reypitufo0002.jpg

    ¡pif! glubs.

    por cierto, mu guay el blog :)
    ¡disfrute!
    marta_

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    1. ¡Pitufaste! Dicen por ahí que Miguel Agustí, uno de los redactores 8y quizá traductor, no está claro) de la revista Strong (https://es.wikipedia.org/wiki/Strong_%28revista_de_Argos%29) —la primera en España en publicar Les Schtroumpfs de Peyo—, fue quien pitufó primero, ¡bien hecho!

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Sergio España

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