Le carnet de voyage de la traduction de La République du Catch, une BD de Nicolas de Crécy traduite en espagnol par Sergio España —lauréat de la résidence de traduction 2015 octroyée par Écla Aquitaine— pour la maison d'édition Ponent Mon.

Le carnet de voyage de la traduction de La République du Catch, une BD de Nicolas de Crécy traduite en espagnol par Sergio España —lauréat de la résidence de traduction 2015 octroyée par Écla Aquitaine— pour la maison d'édition Ponent Mon.

Diario de la traducción de La République du Catch, un cómic de Nicolas de Crécy traducido por Sergio España para la editorial Ponent Mon, con el apoyo de la agencia regional del libro de la región de Burdeos.

Diario de la traducción de La République du Catch, un cómic de Nicolas de Crécy traducido por Sergio España para la editorial Ponent Mon, con el apoyo de la agencia regional del libro de la región de Burdeos.

Corazón loco


Ayer terminé de traducir Gavrilo Princip, de Henrik Rehr. Un cómic de un autor danés, escrito en inglés, cuyos derechos pertenecen a una editorial francesa y publicado en Francia en primer lugar. Si los cómics tuvieran lengua materna, sería difícil adivinar la de este... Por otro lado, el sábado estuve en la presentación del nuevo volumen del Corto Maltés, otra mezcla curiosa: una obra de espíritu italiano, escrita en español por autores españoles, que se publica a la vez en Italia, España y Francia, cuyo principal mercado es, sin duda, el francés. Además, el proyecto que me ha traído a Burdeos está escrito en francés pero editado y publicado originalmente en Japón. La producción multilingüe en la industria del cómic actual da para una tesis, no para una entrada de un blog, aunque por ahora me quedo con que nuestra profesión va ganando en importancia. Cuestión nuestra, por tanto, el hacernos valer.


Pero hoy quería hablar de mi experiencia a la hora de abordar varios proyectos a la vez. Yo, que vengo de la traducción técnica, estoy más que acostumbrado a simultanear traducciones: una sentencia de divorcio a primera hora, una web de muebles antes de comer, la nueva exposición de un museo por la tarde y otra vez la sentencia, que ya ha reposado, para terminar la jornada. Eso sin contar los correos, las facturas, los trimestrales, los perfiles, la búsqueda de clientes...

Es un buen ritmo, te permite pagar el alquiler, irte de cañas y hasta ahorrar para las vacaciones, pero es tela de estresante. Y el estrés, con el paso de los años, hace mella. Así que poco a poco vas aprendiendo a no intercalar demasiados proyectos, vas subiendo tus tarifas y vas gestionando eso de la multitarea que, para quienes no somos nativos digitales, necesita luego de no pocos paseos por el parque para volver a la normalidad mental (hay hasta a quien le da por salir a correr, cuidado si conoces a un/a #tradurunner, que todo se pega).


Pero en la traducción técnica, al menos para los que traducimos desde francés, por cada proyecto de cincuenta mil palabras, hay cincuenta de mil. Y tantos proyectos, tantos clientes, tanta terminología aplicada, tanta norma de estilo diferente, tanto software por proyecto, acaban por volverte loco. Así que hace unos años decidí empezar a poner el freno e ir quedándome solo con los clientes pata negra. Esto tiene sus peligros, porque no abundan, y ya sabemos que poner todos los huevos en la misma cesta no es la mejor de las estrategias. Pero cuando no tienes hijos ni hipoteca y la furgoneta está pagada desde hace siglos, te puedes permitir estos lujos.

Por suerte, hace años que trabajo para un museo que paga muy bien y cuyos textos me fascinan, el Centre Pompidou, y poco a poco le he podido ir dando más peso a la traducción literaria, a los cómics. Tanto es así que espero que en 2016, la traducción literaria sea mi principal fuente de ingresos. Con esto busco, aparte de la evidente preferencia personal por el contenido (aunque otro día contaré por qué puede ser mucho más estimulante a nivel traductológico una declaración de herederos que un cómic), proyectos más largos que reduzcan considerablemente las entregas inmediatas y el tiempo de gestión.

Y así llega uno al ritmo con el que llevo las tres semanas de Burdeos: dos obras en paralelo son gestionables, incluso deseables. Y todo esto para traer a colación una cita que lleva varios días rondándome. Es de Darío G. Imirizaldu, célebre traductor tuitero que este verano dijo exactamente:


Y hasta aquí hemos llegado. Por aquello de traducir las referencias culturales para el público francés, el tuit se refiere al célebre bolero Corazón loco, atribuido a Richard Dannenberg, popularizado en los 40 por Antonio Machín (escúchala) y en nuestra época por Bebo Valdés y Diego el Cigala (escúchala). Pero como soy el tontito del bajo, cierro con esta hermosa versión de La Guitti Di Finizio:


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